La mezcla de idiomas

Solapas principales

Después de cumplir la primera migración hacia la ciudad de Tulán, las primeras tribus se unen por primera vez y reciben a sus dioses - los K'iche, los Tamub y los Ilokab, todos reciben como dios a Tojil - y lo mismo ocurre para los primeros hombres - Balam Quitzé con Tojil, Balam Aq'ab con Awilix, Majuk'utaj con Jaqawitz e Ik'ibalam con Nik'aqaj Taq'aj. En las ediciones de Gómez, Recinos y Tedlock se evidencia la gran cantidad de gente que acude a este lugar, “and they arrived there at Tulan, all of them, countless people arrived, walking in crowds” (Tedlock, 152).

Durante este momento de intercambio y comunión, algo ocurre que varía irremediablemente la situación: al llegar otras poblaciones, el lenguaje se mezcla. En Recinos se lee: “y entonces llegaron todos los pueblos, los de Rabinal, los Cakchiqueles, los de Tziquinahá y las gentes que ahora se llaman Yaquis. Y ahí fue donde se alteró el lenguaje de las tribus; diferentes volviéronse sus lenguas. Ya no podían entenderse claramente entre sí después de haber llegado a Tulán” (111). Como nota Andrián Recinos, este pasaje del Popol Wuj es muy interesante como prueba de la comunidad de origen de la gente K'iche' y demás pueblos de Guatemala y de las tribus que se establecieron en los tiempos antiguos en diversas partes de México y Yucatán (175).

Es interesante notar como en la versión de Gómez, la descripción de la relación entre estas primeras poblaciones y la diferenciación de sus idiomas se describe con una atención otorgada más a los sentimientos que se generan entre los diferentes representantes de estas poblaciones. Durante la primera peregrinación las varias gentes reunidas bajos el control de Balam Ki'tze' sufren grandemente el frio, por la privación del fuego. Además, el idioma original que originariamente los unía se diferencia y aumenta este estado de confusión. Balam Ki'tze' se dirige a ellos diciendo: “decidme: ¿en qué lengua habláis? ¿De dónde habéis sacado esos ruidos extraños que salen de vuestras bocas? ¿Acaso ya no sabéis el idioma que todos, por igual usábamos en la tierra de Tulán? ¿Qué habéis hecho de las palabras que antes conocíamos y nos eran familiares y gratas? ¿En qué confusión habéis caído?” (36-7).

Como se puede apreciar, la peregrinación lleva a la diversificación de los idiomas lo cual causa confusión y divide internamente a la población originaria. La diversificación del lenguaje es el signo más fuerte de la diferenciación que ocurre entre el pueblo original, creado por los primeros hombres. La imposibilidad de comunicarse provoca división y causa la pérdida del original estado de paz y armonía. La migración se describe en Gómez como algo espantoso, desconocido. La nueva tierra encontrada es “extraña y pedregosa” (41), los animales que la pueblan son “inmundos”, el agua es “oscura” y el aire que se respira está cargada de “peste, miedo y ruido” (41). Tojil, el dios protector, se dirige a sus gentes y los invita a abandonar estas tierras hostiles y los invita a seguir adelante hasta llegar a una montaña donde podrán descansar. La referencia a una “tierra prometida” y la sugerencia a seguir una “signo especial”, así como la confusión provocada por las diferentes lenguas, tienen evidentes conexiones con las dinámicas del Antiguo Testamento, en que Moisés, después de guiar el pueblo de Israel por muchos años, a través de peligros y duras penalidades, llega finalmente a la tierra prometida por Dios. En Génesis 11:1-9 (Nueva Versión Internacional), se hace referencia a cómo, al principio de los tiempos, la población originaria de la tierra hablaba un único idioma. Como punición para la construcción de una torre que pretendía llegar hasta dios, este decide transformar el idioma común en una serie de varias lenguas diferentes para que las personas ya no puedan entenderse. 

En su edición del Popol Vuh, Dennis Tedlock titula el episodio sobre la mezcla lingüística: “And this is our root, we who are the Quitché people” (149). Tal titular parece relevante al momento de considerar el énfasis con el cual, a lo largo del libro de la creación, se subraya que las poblaciones mayas derivan de un mismo grupo original, caracterizado por varias culturas y lenguas, pero fundamentalmente unido. En esta sección del Popol Vuh, que corresponde en Ximénez, Tedlock, Christenson, Gómez y Recinos a la primera fase de la migración, se identifican diferentes poblaciones con diferentes idiomas y nombres, todos situados en el oeste. Al describir tales poblaciones originarias, a menudo se presenta la dificultad de describir exactamente el número y la etnia de estas gentes por la excepcional numerosidad de estas. En la edición de Tedlock se lee: “It is sufficient that we speak only of the largest tribes from among the allied tribes; we have only noted the largest” (149). Solamente las poblaciones que viven en las montañas hablan el mismo idioma, mientras que para lo demás la comunicación resulta una barrera difícil de superar, “they didn´t know where they were going. They did this for a long time, when they were there in the glasslands: black people, White people, people of many faces, people of many languages, uncertain, there at the edge of the sky” (150).

Una vez abandonada la ciudad de Tulán, nadie ya puede comprender lo que dicen los demás, “their languages became differentiated. They could no longer understand one another clearly when they come away from Tulán” (152). Finalmente, las primeras poblaciones se dividen, cada uno rumbo direcciones diferentes, todos pobres, todos vestidos solamente con piles de animal.

La relación entre los movimientos migratorios y la evolución lingüística de estas gentes puede apreciarse a lo largo del Popol Vuh como un movimiento de-unificador. Desde una situación de paz, armonía e unión, en la cual todos están acomunados por los mismos rasgos lingüísticos, se advierte una degeneración caótica, a causa de la cual las poblaciones se despiedren y los idiomas se diferencian hasta llegar a la formación de varios idiomas diferentes, sin embargo, acomunados por un matiz lingüístico común. La migración descrita en el Popol Vuh lleva (supuestamente) a la formación del grupo quicheano de lenguas, que a su vez forma parte de la familia lingüística de las lenguas mayenses, idioma hablado por buena parte de los miembros de la etnia quiché, originaria de Guatemala. Esta lengua es hablada ahora por un millón de hablantes en Guatemala y por 524 hablantes en México (en 2002). Es interesante notar como, de nuevo, la difusión de esta lengua a México ha sido causada por fenómenos migratorios, provocados en particular por la migración de refugiados a ese país durante el período del genocidio maya en los años ochenta. Según el censo de 2002 hay 1,270,953 personas que pertenecen a la etnia quiché. Sin embargo, SIL International menciona cifras mucho más elevadas y estima que el número total de hablantes del quiché en más que 2,000,000 (véase «XI Censo Nacional de Población y VI de Habitación (Censo 2002) - Pertenencia de grupo étnico»).

El Popol Vuh enseña al lector el pasado de la civilización maya, pintando las dificultades originadas por el contacto con otras poblaciones y lenguas. En La maya, lo maya, un maya, Fidencio Chel subraya como los procesos de sustitución, mezcla, actualización y reforzamiento llegaron a la formación de diferentes lenguas locales, lo cual impidió la unificación lingüística en una lengua “nacional” o “oficial”. Esto lleva, según Chel, al estereotipo que considera las lenguas mayas actuales como “lenguas segundarias”, “lenguas autóctonas, cuando no dialectos” (7). La fusión de varios idiomas empujada por los procesos migratorios y por el contacto con los colonizadores españoles, provocaron una mezcla lingüística, definida por investigadores como Bárbara Pfeiler como xe’ek’ (1997) “revoltura, mezcla”; esta variedad lingüística se contrasta con la jach maya, o sea la lengua maya pura, privada de influencias de derivación castellana. Hace 30 años, con la creación de la Academia de la lengua maya de Yucatán, se busca mantener viva la pureza de la lengua maya para que superviva sin ser influenciada demasiado por el contacto con otros idiomas. Fidencio Chel intenta subrayar como las diferentes variedades lingüísticas que caracterizan la lengua maya son manifestación de su riqueza cultural y parte del reconocimiento de otros. El autor enfatiza la importancia de promover el conocimiento y el reconocimiento de estas diversidades lingüísticas al fin de fortalecer la multiculturalidad y reconocer la identidad particular de cada grupo y la riqueza cultural de la nación.

En Las lenguas mayas: historia y diversidad, Suárez sostiene que en la actualidad se reconoce la existencia de 26 a 31 lenguas mayas (entendiendo por “maya” todos los miembros de esta familia y no sólo el maya peninsular), pero el número definitivo de éstas aun es un trabajo pendiente. Esta indefinición se debe a que algunos autores consideran lenguas lo que para otros solamente son variantes dialectales y, en otros casos, algunas variantes dialectales sumamente diferenciadas no se consideran lenguas distintas. De ellas sólo dos son lenguas muertas (el chicomucelteco y el choltí), las restantes se utilizan como principal medio de comunicación en numerosas comunidades contemporáneas. Por lo general, se distinguen cuatro ramas principales: la rama huastecana, la rama yucatecana, la rama occidental y la rama oriental. Suárez subraya como esta situación numérica permite desterrar la idea popular de que los mayas, después del periodo Clásico (250 a 900 d. C.), habían casi desaparecido.

Al considerar la continuidad de algunos patrones tecnológicos presentes en la realización de antiguos materiales arqueológicos, y por medio de métodos lingüísticos glotocronológicos (basados en el estudio del cambio en el vocabulario a través del tiempo) varios estudiosos sostienen que habrían podido ser manufacturados por comunidades hablantes de una lengua maya en formación (protomaya), que través de los siglos se fue diferenciando dentro del tronco lingüístico mesoamericano.

Entre 1,000 y 500 a.C. desde una economía prevalentemente agrícola basada en el maíz, empezó la fabricación de vasijas y otros objetos de cerámica. Es a partir de esos momentos cuando se tiene plena certeza de la identificación lingüística de esos antiguos pobladores como hablantes de maya. Sin embargo, es la escritura jeroglífica maya la más contundente de las evidencias arqueológicas para identificar dichos materiales como productos de hablantes mayas. Después del colapso del periodo Clásico, aunque no con la misma exuberancia e intensidad, la tradición se mantuvo hasta el momento del contacto con los conquistadores y colonizadores españoles. Muestra de ello son los tres códices del Posclásico (900 a 1550 d.C.) que lograron sobrevivir a la férrea destrucción emprendida contra estos documentos, en tiempos coloniales, por los portadores de la nueva religión. La mejor evidencia de que las bases fonéticas, utilizadas por los escribanos del periodo Clásico, aún continuaban en tiempos de la conquista, es el llamado "Alfabeto de Landa”, llamado de esta manera por el franciscano que durante los inicios de la segunda mitad del siglo XVI registró, en lugar de un alfabeto, un silabario que ha servido de "Piedra Roseta" para el avance del actual desciframiento y lectura de los numerosos textos jeroglíficos mayas.

Cuando se observa un mapa de lenguas de esta área cultural, la diversidad se hace más compleja. Lo primero que salta a la vista es la gran extensión que ocupan los hablantes del maya peninsular o yucateco. Estos habitan prácticamente toda la península de Yucatán, terrenos llanos, sin ríos y carentes de accidentes topográficos significativos que impidan la comunicación. Esta homogeneidad lingüística acaso también tiene que ver con la situación geográfica de la península, rodeada por el mar en tres de sus lados, lo cual no limita, pero si dificulta el contacto lingüístico de masas, fenómeno generador, en parte, de la diversidad lingüística.